La relación de Dios con su pueblo es simbolizada en los profetas del Antiguo Testamento con la imagen de unas bodas. Aquí la de Jesús (en el capítulo siguiente Juan Bautista se refiere a él como el esposo) con el pueblo.
Este signo es relacionado por Jesús con su "hora", que es su pasión salvadora. En ambos momentos está presente María, y en ambas ocasiones Jesús la llama "mujer" en vez de madre. Ella es figura de todo judío, de todo creyente, que espera en Dios la salvación y la reconoce en Jesús.
El pueblo judío de las purificaciones (para el que están las seis tinajas -número de algo incompleto-) no tiene vino (ni siquiera agua: están vacías). Jesús colma al pueblo.
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