Continuamos el mismo capítulo del domingo anterior. Es un diálogo sobre la vida eterna entre una "maestro de la Ley" -que actúa como un alumno- y Jesús -que actúa como un maestro-.
Tiene dos partes. El conjunto empieza con la pregunta sobre qué hacer (que el letrado hace para comprobar la sabiduría de Jesús), y cada parte termina con el imperativo de Jesús "haz": "haz esto y vivirás" (28) y "haz tú lo mismo". El mensaje del Evangelio se centra en el comportamiento, en ello se centra la última pregunta de Jesús:
"¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo?". En esa misma línea, llama la atención la minuciosidad con que se narra el comportamiento del samaritano con el herido: cada cosa que hace.
Ambas partes sigue el mismo esquema didáctico: intenciones del letrado - pregunta del letrado - contrapregunta de Jesús - respuesta del letrado -confirmación de Jesús. En la segunda parte se narra una parábola -única de Lucas- que introduce la contrapregunta.
En la primera cuestión el mismo "maestro de la Ley" se responde combinando dos citas de la Biblia (Deut. 6,5 y Lev. 19,18) sobre el amor a Dios y al prójimo, camino para tener la vida. Jesús con su respuesta muestra que en la Biblia se encuentra la fuente de la vida eterna.
Con la segunda cuestión, sobre quién es el prójimo, el doctor en la Ley quiere hacer ver que su primera pregunta es compleja y no queda resuelta con las citas anteriores sobre el amor.
En la parábola de Jesús se da una buena imagen del samaritano, al contrario que la que tienen sus paisanos y la demostrada hace un par de domingos cuando no quisieron recibir a Jesús. Al escoger a alguien mal visto, frente a la buena fama del sacerdote y levita, Jesús hace caer en la cuenta que para tener vida eterna no vale la buena imagen, la opinión de la gente, sino lo que se hace con las obras. Lo que anda es juego no son las teorías (quién es mi prójimo) sino la práctica (quién se hizo prójimo).
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