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Las bienaventuranzas. Mateo 5, 1- 12a. Domingo 4º del ciclo A

Jesús enseña sentado a sus discípulos en un monte. El lugar evoca el Sinaí, donde Moisés recibió la Ley; Jesús da la nueva Ley.
Por primera vez se usa el término "discípulo", después de las llamadas a los cuatro primeros.
Las fórmulas de bienaventuranzas declaran quién es una persona honorable, lo cual en la sociedad de antes era algo fundamental.
En las primeras cuatro bienaventuzanzas, Dios se porte de parte de aquellos que sufren marginación por parte de la sociedad; y en ese sentido son felicitados. No se dice que sean felices en esa situación, sino que Dios quiere cambiar su situación.
En las siguientes cuatro bienaventuranzas, Dios también felicita a aquellos cuyo comportamiento les alejan de los injustos y trabajan por cambiar el estado de las cosas.
Así propiamente terminan las bienaventuranzas, que empiezan y acaban con la mismas fórmula: porque de ellos es el Reino de los cielos. Las promesas de las demás bienaventuranzas expresan dimensiones de lo que implica poseer el Reino: heredar la tierra, ver a Dios, etc.

La novena bienaventuranza es una repetición de la octava dirigida directamente (está en segunda persona del plural, no como las demás) a los lectores originarios de Mateo, que en aquellos tiempos pasaban por períodos de persecución.

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