Las autoridades judías someten "a prueba" (22,35) a Jesús con tres preguntas relativas a la Ley de Dios (la "Torá").
La primera se la plantean unos enviados de los fariseos aliados con los herodianos: ¿Es lícito [según la Ley] dar impuesto al César? (22,17). La vimos el domingo pasado.
La segunda se la plantean los saduceos sobre de quién será mujer una resucitada que se casó y enviudó siete veces (22,28).
La tercera la proponen hoy los fariseos por boca de un "experto en la Ley" (22,35): "¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?
Debido a las respuestas de Jesús a estas preguntas -y una de contraofensiva que les hace Jesús a ellos-, "desde aquel día nadie se atrevió ya a hacerles preguntas" (22,46)
La Torá contiene más de seiscientos mandamientos: 613. ¿Cuál es el grande?
Jesús responde uniendo dos mandamientos y setenciando que "de ellos penden toda la Torá y los Profetas" (22,40), o sea, toda la Palabra de Dios. En 7,12 ya había identificado "la Torá y los Profetas" con la llamada "regla de oro".
Los mandamientos elegidos por Jesús están en el libro del Levítico: el primero en 6,5 y forma parte del párrafo llamado "Shemá" y que los judíos como
Jesús recitan todos los días; el segundo está en 19,18 y forma parte de una sección que detalla los comportamientos sociales queridos por Dios. Ya otros maestros de la Ley anteriores a Jesús habían hecho la misma selección: el amor a Dios y el amor al prójimo.
La medida del amor que se ha de tener a Dios es la "totalidad", con la totalidad de la existencia: con "todo" el corazón, con "toda" el alma y con "toda" la mente (22, 37). Aquí es el único lugar donde Mateo emplea la palabra "mente" (en su lugar la Torá que cita usa el término "fuerzas").
La medida del amor que se ha de tener al prójimos es "uno mismo" (22,39): como te amas "a ti mismo". Medida ya dictada en la "regla de oro" (7,12)
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