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Mc 1 ·6-11: El Bautismo del Señor Domingo III de Navidad B

Se comienza súbitamente con unas declaraciones de Juan Bautista, que forman parte de una presentación de este personaje que comienza tres versículos antes. El conjunto ya fue proclamado el pasado domingo 2º de Adviento, cuyas notas bíblicas pueden leerse aquí.
Para la fiesta de hoy, del Bautismo del Señor [en algunos lugares, sin embargo, hoy se celebra la Epifanía, con sus lecturas propias], nos interesa fijarnos en la diferencia que hace entre el bautismo de Juan, de agua, y el de Jesús, de Espíritu Santo.
El evangelista apenas se detiene en el relato del Bautismo de Señor. Nos cuenta que llegó Jesús y que Juan lo bautizó, para decir seguidamente: "Apenas salió del agua..." [El griego dice "subió del agua", movimiento en consonancia con el del Espíritu que "bajaba sobre Él"]. El hecho de "subir" del agua por parte de Jesús tiene reminiscencia de la piscina bautismal de los cristianos, a la que se descendía por unos escalones y de la que subía por otros. Tanto en tal bautismo como en el de Jesús, en el que supone que antes "bajó" al agua, tiene el significado de entregarse a la muerte. "Subir" tiene el significado de "nacer" de las aguas a una vida nueva, que queda confirmada por el descenso del Espíritu sobre Jesús. Es un bautismo distinto al de conversión de Juan, corroborado por el hecho de que Jesús no confiesa sus pecados como los demás (ver v. 5b)
La recepción del Espíritu va acompañada de una voz del cielo que lo proclama hijo, o sea, se afirma que el hombre Jesús es Hijo de Dios. Así como la visión del cielo y la bajada del Espíritu es algo que experimenta Jesús personalmente (y el lector), no se aclara quién o quiénes oyen la voz. El Hijo es proclamado Amado y Predilecto, lo cual se muestra por el don del Espíritu.
Estamos ante una manifestación de la Santísima Trinidad: el Espíritu en forma de paloma, el Hijo de Dios encarnado en Jesús, y el Padre a través de su voz.

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